La Razón Hace 12 años
(Foto: La segunda oficina destruida)
Cubiertos con barbijos y armados con palos, los unionistas ingresaron a Impuestos. El director de Autonomía de la Prefectura, Carlos Dabdoub, estuvo en los hechos y anunció: “Santa Cruz no se va a rendir jamás”.
Empero no pudo evitar que se golpeara a conscriptos que a gatas, ensangrentados y sin armas, cascos ni escudos, huían.
Entonces sonaron las campanas de las iglesias y la movilización comenzó a crecer. Los policías no se salvaron y uno de ellos dejó su motocicleta para escapar.
“Todo militar que dispara contra su pueblo es un criminal”, decía una persona que mostraba un arma que quitó a los soldados. Al mediodía, en La Paz, el viceministro de Gobierno, Rubén Gamarra, advirtió que “cualquier daño personal o material por la escalada de violencia que la Unión Juvenil realiza, tiene sus responsables y son Branko Marinkovic y Rubén Costas”.
En el ambiente cruceño aún se respiraba la tensión y los gases lacrimógenos parecían haber perdido todo efecto pasado el mediodía. No muy lejos, los discapacitados —en su intento de tomar el INRA— fueron reprimidos.
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Desde el Palacio, el ministro de Defensa, Walker San Miguel, destacó “la templanza de nuestros militares” ante las agresiones; y su colega de Gobierno, Alfredo Rada, denunció un intento de “golpe cívico-prefectural”.
El prefecto cruceño, Rubén Costas, dijo que lo sucedido en esta capital, como en el resto de las regiones de oposición, “no es un golpe de Estado, ni un golpe cívico-prefectural”, sino una respuesta “a la violencia y represión de un Gobierno fascistoide”.
La Razón
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