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Cien años de soledad. La novela que inventó América Latina | 2017 Hace 2 años (21/05/2017 20:04:30) |  |
Un estilo propio, metódico y regular
Luis Chitarroni
Escritor y editor
Después de cincuenta años, los puntos altos del libro permanecen donde los lectores supimos encontrarlos, pero su clave de bóveda y su órbita, sin duda, resultan enigmáticas. El mundo cambió menos que los lectores: aparte de haber menguado, y mitigado su curiosidad, no buscan ni encuentran lo mismo.
Luis Chitarroni
El comportamiento retórico de Gabriel García Márquez fue tan regular y metódico que, aunque se tratara de una falsa atribución, podríamos seguir hablando, más que en cualquier otro caso, de Su estilo. Cuando se publicó, Cien años... parecía reunir todos los requisitos que la crítica exigía para hablar los próximos diez años, desde la aparatosidad retórica, capaz de desvelar a los lingüistas, hasta la genealogía de los Buendía, amenazada desde el comienzo por la endogamia, ideal para el análisis estructuralista. Un contemporáneo un poco más joven le rendía admiración casi inmediata, como ocurrió con Mario Vargas Llosa, que le dedicó al colombiano un extenso ensayo hoy en apariencia extinguido como libro: Historia de un deicidio.
El programa de construcción de Cien años..., escrita durante dieciocho meses entre 1965 y 1967 en México, milagro de trabajo e inspiración, de constancia e ingenio, y ejemplo cautivo en la obra del asombroso maestro que García Márquez fue, no es óbice, sin embargo, para que las variaciones temáticas siguieran sorprendiéndonos: un libro tardío como El general en su laberinto (1989) eximiría a cualquier otro escritor de evidencias concluyentes.
"Todo el mundo tiende a no leer más que aquello que todo el mundo podría escribir", había detectado Valéry en las primeras décadas del siglo XX. La afanosa artesanía de Cien años..., obra de un oficio sostenido hasta los cuarenta años con una asombrosa versatilidad, a poco dejó provocar curiosidad o asombro. En una de sus fórmulas sentenciosas estudiadas para la espontaneidad coloquial, Octavio Paz la descartó en Solo a dos voces: "Periodismo y poesía diluida". Era fácil distribuir epigramas de desdén sin una novela como proyecto, y es fácil, asimismo, el contagio: las colonias de opinión están dispuestas siempre a compartir la pereza. A fines de esa misma década, entre intelectuales cool, un libro tan exitoso y popular como Cien años... era ya una peste.
La Nación |
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